La salud mental: ¿Dónde estamos y cómo llegamos aquí?

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Teresa Calvo

Psicóloga Colegiada nº: CM02885

Un escenario postcrisis que no terminó del todo

Aunque la pandemia de COVID-19 oficialmente terminó hace años, sus secuelas siguen vivas en la forma en que trabajamos, nos relacionamos y cuidamos nuestra salud. La salud mental ha pasado de ser un tema tabú a ocupar un lugar destacado en agendas públicas, medios de comunicación y empresas. Sin embargo, esta visibilidad no ha sido suficiente para frenar el aumento de trastornos como la ansiedad, la depresión y el burnout.

El peso de la hiperconectividad

Una de las características más marcadas de este año es la hiperconectividad permanente. La digitalización masiva del trabajo, el estudio y el ocio ha hecho que muchas personas pasen más de 10 horas diarias frente a una pantalla. Esto, sumado a la presión de estar siempre disponibles, ha generado una fatiga emocional sostenida. Las notificaciones, las reuniones virtuales y el exceso de información son hoy desencadenantes silenciosos de malestar psicológico.

Nuevas formas de relación y desconexión emocional

A pesar de estar más conectados que nunca, muchas personas experimentan una desconexión emocional profunda. Las redes sociales, aunque útiles para informar y entretener, también han incrementado la comparación constante, la autoexigencia y la ansiedad social. Además, el aislamiento que comenzó durante la pandemia no ha desaparecido del todo. Muchas personas aún trabajan desde casa, lo que limita el contacto humano directo y debilita las redes de apoyo tradicionales.

Entornos laborales más exigentes y menos humanos

En el plano profesional, se ha normalizado la cultura del rendimiento constante. La exigencia de estar siempre disponibles, incluso fuera del horario laboral, se ha mezclado con la precariedad y la inseguridad laboral. Esto ha hecho que muchas personas vivan en un estado de alerta permanente, donde descansar o desconectar genera culpa. La salud mental se ha convertido en una lucha diaria contra un sistema que rara vez da espacio para el equilibrio.

Qué es el burnout (y por qué ya no es solo cosa del trabajo)

Tradicionalmente, el burnout se ha entendido como un agotamiento extremo ligado al entorno laboral. Pero en 2025, este síndrome se ha ampliado: afecta a estudiantes, cuidadores, madres, emprendedores y hasta a quienes, sin tener un empleo formal, viven bajo presión constante. El burnout ya no distingue edades ni profesiones. Se trata de una fatiga emocional profunda que surge cuando las demandas externas superan durante demasiado tiempo los recursos internos para hacerles frente.

Las nuevas caras del burnout

Hoy el burnout no siempre se presenta como una “crisis” visible. Muchas veces aparece en forma de apatía, irritabilidad, dificultad para concentrarse, falta de motivación o un cansancio constante que no mejora ni con el descanso. También puede traducirse en una desconexión emocional: sentir que todo da igual, perder interés por cosas que antes motivaban, o vivir en piloto automático. En algunos casos, el cuerpo también grita: dolores musculares, insomnio, trastornos digestivos o crisis de ansiedad frecuentes.

Grupos especialmente vulnerables

Aunque cualquiera puede verse afectado, hay colectivos que están mostrando tasas más altas de burnout en 2025. Esto incluye a jóvenes al inicio de su vida profesional, trabajadores remotos con horarios flexibles, cuidadores (profesionales de la salud, psicólogos, docentes) y personas atrapadas en la “cultura del ajetreo” donde la productividad se convierte en sinónimo de valor personal.

El problema de la normalización

Una de las mayores amenazas del burnout actual es su normalización. Expresiones como “es lo que hay”, “tengo que aguantar” o “todos estamos igual” alimentan una cultura del sufrimiento silencioso. Muchas personas sienten que si se detienen, fallan. Esta presión social, sumada a la falta de espacios reales para hablar de salud mental, hace que el burnout se cronifique y derive en problemas más graves como trastornos de ansiedad, depresión o incluso ideación suicida.

El autocuidado no es egoísmo, es responsabilidad

Cuidar de la salud mental ya no puede depender solo de terapias o medicamentos. Aunque son herramientas importantes, la prevención debe comenzar en lo cotidiano. El primer paso es dejar de ver el autocuidado como un lujo o una moda. No se trata de hacerse mascarillas ni de meditar en silencio perfecto, sino de tomar decisiones conscientes para preservar el equilibrio emocional y físico.

Hábitos que protegen la mente

Dormir bien, alimentarse de forma adecuada, moverse cada día y tener espacios para el descanso real son la base. También es fundamental limitar el consumo de redes sociales y aprender a gestionar la exposición constante a noticias negativas. Tener rutinas claras —sin rigidez excesiva— ayuda a crear una estructura mental estable. El orden y la previsibilidad en lo básico (como horarios de comida o sueño) reducen el estrés acumulado.

Establecer límites: el arte de decir “no”

Una de las habilidades más importantes en la prevención del burnout es poner límites. Decir “no” a una tarea extra, a una reunión innecesaria o a una conversación tóxica es una forma de proteger la energía mental. Muchas personas aún se sienten culpables por poner límites, pero es una práctica esencial para evitar la sobrecarga emocional. También incluye establecer horarios para desconectar del trabajo y respetarlos, incluso cuando se trabaja desde casa.

Escuchar el cuerpo y las emociones

La prevención también pasa por aprender a leer las señales internas. El cuerpo suele avisar cuando algo no va bien: tensión muscular, dolores recurrentes, agotamiento que no se alivia. Las emociones también actúan como brújula. Sentir enfado, tristeza o ansiedad con frecuencia no es “normal”, aunque se haya vuelto común. Reconocer esas señales a tiempo y pedir ayuda, incluso si no “parece tan grave”, es una forma valiente y responsable de cuidarse.

Rol social y colectivo: empresas, gobiernos y cultura del bienestar

La salud mental no es solo un asunto individual

Aunque el autocuidado es fundamental, ha quedado claro que no es suficiente. El entorno donde vivimos y trabajamos influye directamente en nuestro bienestar psicológico. Por eso, la salud mental debe abordarse también desde lo colectivo. Empresas, gobiernos, instituciones educativas y medios de comunicación tienen una responsabilidad directa en la prevención del burnout y en la construcción de una cultura que valore el equilibrio emocional.

Empresas: de la presión al bienestar real

Muchas organizaciones han empezado a implementar programas de bienestar mental, pero aún es común que estos se limiten a charlas puntuales o recursos genéricos. Lo que realmente hace la diferencia es un cambio estructural: horarios más humanos, jornadas flexibles, respeto por el tiempo libre y una cultura donde pedir ayuda no se vea como una debilidad. También es clave capacitar a los líderes para que identifiquen señales de burnout en sus equipos y no fomenten la hiperexigencia.

Políticas públicas con impacto

Algunos países están dando pasos importantes en esta dirección: están reduciendo la jornada laboral, promulgando leyes que regulan el derecho a la desconexión digital y lanzando campañas de sensibilización sobre la salud mental, la infancia, y acceso gratuito o subvencionado a atención psicológica. Sin embargo, todavía hay una gran brecha entre lo que se promete y lo que se aplica, especialmente en contextos de desigualdad. Invertir en salud mental es invertir en productividad, cohesión social y calidad de vida.

Hacia una nueva cultura del bienestar

Por último, la cultura social debe dejar de glorificar el agotamiento. El mito del “trabajar hasta reventar” ya no es sostenible. Hablar abiertamente de salud mental, enseñar a niños y adolescentes a cuidar su mundo emocional, y valorar el descanso como parte del rendimiento son pasos clave hacia una transformación real. Cuidar la salud mental implica cambiar no solo nuestras rutinas, sino también los valores que sostenemos como sociedad.

No lo hagas todo solo. La ayuda psicológica es parte del cuidado

La salud mental es un tema urgente, no solo una tendencia. Vivimos en una época que exige mucho de cada uno: velocidad, conexión constante, productividad sin pausas. En ese contexto, prevenir el burnout y cuidar nuestro bienestar emocional se ha vuelto una necesidad, no un lujo. Y aunque el autocuidado es clave —con buenos hábitos, límites saludables y conciencia emocional— no siempre basta.

Reconocer que no podemos con todo no es una debilidad, es un acto de inteligencia emocional. Buscar ayuda psicológica cuando las emociones abruman, cuando el cansancio no cede, o cuando la motivación desaparece, es un paso valiente hacia una vida más equilibrada. Los profesionales de la psicología están preparados para ayudarte a identificar lo que te está afectando, comprenderlo y trabajar en herramientas reales para recuperar el bienestar.

Además, acudir a terapia no requiere “estar al borde del colapso”. Puede ser una forma de prevención, de autoconocimiento o de acompañamiento en momentos de cambio. Normalizar la terapia psicológica es una de las claves para construir una sociedad emocionalmente más sana y resiliente. Porque cuidar la mente también es salud, y porque nadie debería enfrentar el desgaste emocional en soledad.

Hola,
soy Teresa Calvo

Estoy aquí para ayudarte a superar tus problemas emocionales. Pide una cita conmigo ahora y comencemos el viaje juntos.

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