El juego: más que una simple actividad
A menudo, el juego se percibe como una forma de entretener a los niños o mantenerlos ocupados. Sin embargo, desde la psicología del desarrollo, el juego es mucho más que eso. Es la manera natural en que los niños exploran el mundo, procesan experiencias y aprenden habilidades fundamentales para la vida. Jugar es su trabajo, su lenguaje y su forma de adaptarse al entorno.
Desarrollo cognitivo a través del juego
Cuando un niño juega, pone en marcha procesos mentales complejos. Ya sea construyendo con bloques, imitando a adultos en un juego simbólico o resolviendo un rompecabezas, está desarrollando funciones cognitivas como la memoria, la atención, la resolución de problemas y la planificación. Jean Piaget, uno de los psicólogos más influyentes en el estudio del desarrollo infantil, señalaba que el juego permite a los niños practicar esquemas mentales que están incorporando según su etapa evolutiva.
Por ejemplo, durante la etapa preoperacional (de 2 a 7 años), los niños tienden a jugar de forma simbólica: utilizan objetos como si fueran otra cosa (una caja como coche, un palo como varita). Este tipo de juego es clave para el desarrollo del pensamiento abstracto y de la imaginación.

Regulación emocional y manejo de la frustración
El juego también tiene un fuerte componente emocional. A través del juego, los niños expresan sentimientos que a menudo no pueden verbalizar. En situaciones de estrés o cambios importantes (como el nacimiento de un hermano o una mudanza), el juego les permite representar lo que sienten y elaborar esas experiencias.
Además, jugar implica ganar, perder, esperar turnos, adaptarse a normas. Todo esto favorece la autorregulación emocional, la tolerancia a la frustración y la capacidad de posponer gratificaciones. Cuando un niño pierde en un juego de mesa o su torre de bloques se cae, aprende a manejar la decepción y a intentarlo de nuevo, habilidades cruciales para su bienestar a largo plazo.
El juego como vínculo con los demás
Desde edades muy tempranas, el juego también es una herramienta social. Comenzando por juegos simples de interacción con adultos (como el “cu-cu tras”), los niños aprenden turnos, gestos, emociones compartidas. A medida que crecen, el juego se convierte en un laboratorio donde ensayan roles sociales, cooperan con otros, negocian reglas y resuelven conflictos.
El psicólogo Lev Vygotsky, otro referente en el desarrollo infantil, subrayaba el papel del juego como escenario ideal para aprender dentro de la «zona de desarrollo próximo», es decir, ese espacio donde el niño aún no puede realizar una tarea por sí solo, pero sí con ayuda de otros. Es decir, el juego en grupo, especialmente con compañeros un poco más avanzados, potencia el aprendizaje y el desarrollo de habilidades complejas.

Tipos de juego y sus beneficios según la etapa del desarrollo
Juego sensoriomotor (0 a 2 años): explorar el mundo con el cuerpo
En los primeros años de vida, el juego se basa principalmente en la experimentación con los sentidos y el movimiento. Los bebés descubren el mundo que les rodea a través de acciones como llevarse cosas a la boca, sacudir juguetes con sonido o golpear objetos. Este tipo de actividad, conocida como juego sensoriomotor, es clave para desarrollar la coordinación entre la vista y las manos, entender el espacio y estimular sus sentidos.
Además, permite establecer las primeras conexiones neuronales que serán la base del aprendizaje posterior. A través del juego sensorial, el bebé empieza a entender la relación entre causa y efecto, como cuando aprieta un botón y escucha un sonido.
Juego simbólico (2 a 6 años): imaginar, crear, representar
A medida que el niño crece y su lenguaje se desarrolla, aparece el juego simbólico o de ficción. Aquí, el niño empieza a simular situaciones de la vida real: juega a ser médico, cocinero, superhéroe o mamá. Este tipo de juego favorece el pensamiento abstracto, la creatividad y la empatía.
El juego simbólico también es clave en la elaboración de emociones. A través de los personajes que interpreta, el niño proyecta y procesa sus miedos, deseos y vivencias. Por ejemplo, un niño que juega a que sus muñecos se separan puede estar expresando la angustia por una separación real que está viviendo.
Juego constructivo y manipulativo: desarrollar lógica y coordinación
Este tipo de juego incluye actividades como construir con bloques, hacer rompecabezas o encajar piezas. Es fundamental para desarrollar habilidades visoespaciales, coordinación motriz fina y pensamiento lógico.
Además, el juego constructivo ayuda a mejorar la atención, la planificación y la resolución de problemas. Un niño que intenta levantar una torre más alta sin que se caiga está ejercitando no solo su motricidad, sino también su capacidad para anticipar, probar y corregir errores.
Juego cooperativo (desde los 5-6 años): compartir, negociar, colaborar
Conforme maduran, los niños comienzan a jugar de forma más organizada y social. Aquí es donde aparece el juego cooperativo, en el que participan con otros siguiendo reglas, aceptando roles y trabajando en equipo. Juegos de mesa, deportes en grupo o dinámicas escolares son ejemplos de esta etapa.
Este tipo de juego promueve habilidades sociales como la empatía, la negociación, la resolución de conflictos y el respeto por normas compartidas. También fortalece el sentido de pertenencia y autoestima, especialmente cuando el niño se siente aceptado y valorado dentro del grupo.
Conclusión: jugar es una necesidad, no un lujo
El juego no debería verse como un simple pasatiempo, ni mucho menos como una pérdida de tiempo. Es una actividad esencial, tan importante como comer bien o dormir lo suficiente. Cada tipo de juego aporta beneficios específicos según la etapa del desarrollo, y su ausencia puede tener consecuencias en el aprendizaje, la socialización y la regulación emocional del niño.
Por eso, padres, docentes y cuidadores deben fomentar y proteger el tiempo de juego libre, espontáneo y creativo. En un mundo cada vez más estructurado y digital, recordar que jugar es un derecho del niño, es también una forma de cuidar su salud mental.
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