Cómo la hiperconectividad digital está alterando los ritmos cerebrales y favoreciendo la ansiedad

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Teresa Calvo

Psicóloga Colegiada nº: CM02885

Un entorno hiperestimulante: la nueva normalidad

Vivimos en un entorno donde la mayoría de las personas revisa su teléfono antes de levantarse de la cama y lo vuelve a mirar antes de dormir. No es casualidad: plataformas como Instagram, TikTok o YouTube están diseñadas para captar y mantener nuestra atención mediante estímulos rápidos, coloridos y constantes. Esta exposición ininterrumpida, aunque parezca inofensiva, está generando una sobrecarga en nuestro sistema nervioso, y eso tiene consecuencias directas sobre nuestra ansiedad.

El cerebro humano no está preparado para procesar la cantidad de información que recibimos a diario. Notificaciones, correos, mensajes, videos y titulares de noticias llegan sin pausa. Lo que debería ser esporádico se ha vuelto continuo. En este entorno de constante sobreestimulación digital, el sistema nervioso simpático —responsable de activar la reacción de alerta ante el peligro— permanece activado más seguido de lo que resulta sano para el cuerpo.

Del estrés agudo al estado ansioso permanente

Cuando estamos frente a una amenaza real, nuestro cuerpo se activa para reaccionar: el corazón se acelera, los músculos se tensan, la respiración se vuelve más superficial. Esta respuesta es adaptativa, útil y natural. Pero el problema aparece cuando este sistema de alarma se enciende repetidamente por causas que no son amenazas reales, como una notificación laboral fuera de horario, una comparación social en redes o un correo inesperado.

Esa activación constante convierte lo que antes era estrés puntual en una ansiedad sostenida. Muchos pacientes no logran identificar qué les está generando ansiedad, pero sienten que su mente “no se apaga nunca”, que su atención salta de un estímulo a otro, que su descanso ya no es reparador y que incluso actividades placenteras, como ver una serie o salir con amigos, dejan una sensación de agotamiento más que de disfrute.

El sistema dopaminérgico: placer inmediato, ansiedad a largo plazo

La hiperconectividad está íntimamente relacionada con el sistema dopaminérgico del cerebro, el cual regula la motivación y el placer. Cada “like”, cada mensaje, cada novedad en la pantalla activa un pequeño pico de dopamina, lo que refuerza el hábito de revisar constantemente el móvil.

A corto plazo, esta respuesta puede parecer inofensiva. Sin embargo, a largo plazo, el cerebro se vuelve menos sensible a estos estímulos, y necesita más cantidad o intensidad para sentir el mismo placer. En otras palabras: se genera una especie de “tolerancia digital” que obliga a estar más tiempo conectados para obtener el mismo nivel de gratificación, lo cual incrementa el estado de alerta y la sensación de dependencia. Esta combinación es terreno fértil para la ansiedad.

La falsa multitarea y la fragmentación de la atención

Otra consecuencia directa de la hiperconectividad es la falsa sensación de multitarea. El cerebro humano no está diseñado para realizar varias tareas complejas al mismo tiempo. Lo que hacemos realmente es pasar de una tarea a otra muy rápidamente, y cada vez que cambiamos de foco, se pierde eficiencia cognitiva.

Este fenómeno no solo reduce la productividad, sino que también alimenta la ansiedad. Al no terminar tareas de forma satisfactoria, se genera una sensación constante de “estar en deuda” o de no llegar a todo. Además, el flujo de pensamientos se fragmenta, lo que impide entrar en estados de concentración profunda (conocidos como “flow”), fundamentales para la salud mental y el bienestar psicológico.

Tomar conciencia del problema: el primer paso real

La mayoría de las personas no vincula directamente su ansiedad con el uso de dispositivos digitales. Como psicólogos, uno de los pasos clave es ayudar al paciente a reconocer el impacto real de la hiperconectividad en su bienestar. Muchas veces, normalizamos estar siempre disponibles, responder mensajes de inmediato o revisar redes sociales compulsivamente, sin darnos cuenta de que esto fragmenta nuestro equilibrio mental.

Es útil trabajar con registros diarios donde el paciente anote cuánto tiempo pasa con el móvil, qué emociones experimenta antes y después de usarlo, y en qué situaciones tiende a recurrir más al dispositivo. Esta autoobservación genera conciencia y abre la puerta a cambios significativos.

Higiene digital: no es desconectarse, es aprender a regular

No se trata de demonizar la tecnología ni de prohibir su uso, sino de aprender a relacionarnos con ella de forma saludable. La higiene digital es un concepto que cada vez toma más fuerza en la psicología actual y que se basa en establecer límites claros con los dispositivos.

Algunas pautas clave que pueden aplicarse desde la práctica clínica o el autoconocimiento:

  • Establecer horarios de uso: Por ejemplo, no utilizar el teléfono una hora antes de dormir ni durante las comidas.
  • Desactivar notificaciones innecesarias: Esto reduce la activación constante del sistema nervioso.
  • Crear zonas libres de pantallas en casa: Especialmente en el dormitorio o en espacios de descanso.
  • Utilizar herramientas de control de tiempo: Aplicaciones que miden el uso del móvil y que pueden ayudar a reducirlo progresivamente.

En terapia, estas pautas se adaptan a la realidad de cada persona, teniendo en cuenta factores laborales, familiares o personales, evitando imponer reglas rígidas que puedan generar frustración.

Fortalecer la autorregulación emocional

Muchos casos de ansiedad digital no se deben solo a la tecnología, sino al uso que hacemos de ella para evitar emociones incómodas. Revisamos el móvil cuando estamos aburridos, ansiosos, tristes o inseguros. Es decir, lo usamos como un regulador emocional externo.

Desde un enfoque terapéutico, el trabajo pasa por fortalecer la autorregulación emocional: aprender a identificar lo que sentimos, tolerar el malestar sin necesidad de anestesiarlo y buscar estrategias internas para manejarlo. Técnicas como la respiración consciente, la meditación, el mindfulness o incluso la escritura emocional son herramientas valiosas en este sentido.

La meta no es solo reducir el tiempo frente a las pantallas, sino desarrollar una mayor capacidad para enfrentar la vida sin depender de ellas como vía de escape constante.

Volver a conectar con lo real: relaciones, cuerpo y naturaleza

La hiperconectividad nos aleja de tres pilares fundamentales para una buena salud mental: las relaciones humanas presenciales, el contacto con nuestro propio cuerpo y el vínculo con la naturaleza.

Por eso, uno de los ejes terapéuticos más efectivos es reconectar con lo tangible. Esto puede significar:

  • Recuperar el hábito de caminar sin el móvil en la mano.
  • Practicar actividades físicas sin auriculares.
  • Tener conversaciones cara a cara sin distracciones.
  • Estar en la naturaleza con todos los sentidos, sin necesidad de documentarlo.

Este tipo de experiencias ayudan a calmar el sistema nervioso, reducen la activación constante del cerebro y fomentan un estado mental más centrado, estable y presente. En muchos casos, la ansiedad disminuye de forma progresiva simplemente por introducir estos cambios.

Conclusión: ¿Realmente estamos conectados?

Paradójicamente, nunca hemos estado tan conectados y tan desconectados al mismo tiempo. La ansiedad digital no es un fenómeno individual, sino colectivo. Afecta a niños, adolescentes y adultos, y se entrelaza con nuestra forma de vivir, trabajar y relacionarnos.

Desde la psicología, el enfoque no puede ser solo clínico, sino también preventivo, educativo y social. Necesitamos aprender a convivir con la tecnología sin que esta se apodere de nuestra atención, nuestros ritmos biológicos y nuestra tranquilidad interior.

Recuperar el control no significa apagarlo todo, sino encender la conciencia.

Hola,
soy Teresa Calvo

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