Comprendiendo la ansiedad en la adolescencia

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Teresa Calvo

Psicóloga Colegiada nº: CM02885

¿Qué es la ansiedad y por qué aparece en la adolescencia?

La ansiedad es una reacción normal del organismo que se activa cuando interpretamos una situación como peligrosa o desafiante. En pequeñas dosis, puede ser útil: nos ayuda a estar alerta, prepararnos para un examen o reaccionar ante un peligro real. Sin embargo, cuando se vuelve excesiva, persistente o interfiere con la vida diaria, hablamos de un trastorno de ansiedad.

Durante la adolescencia, esta respuesta puede intensificarse. Es una etapa de enormes cambios físicos, emocionales y sociales. El cerebro aún está en desarrollo, especialmente las áreas responsables de la autorregulación emocional y la toma de decisiones. A esto se le suma la presión académica, las expectativas familiares, la influencia de las redes sociales y la necesidad de encajar en un grupo. Todo este contexto convierte a la adolescencia en un terreno fértil para que aparezca o se agrave la ansiedad.

¿Cómo se manifiesta la ansiedad en adolescentes?

A diferencia de los adultos, los adolescentes muchas veces no pueden identificar ni expresar con claridad lo que sienten. La ansiedad no siempre se presenta como nerviosismo o preocupación evidente. Puede esconderse tras irritabilidad, enojo o incluso un rendimiento académico excelente (sí, también puede haber ansiedad detrás de un comportamiento “modelo”).

Algunas señales comunes incluyen:

  • Variaciones emocionales: presencia de tristeza, irritabilidad constante o una reacción exagerada ante comentarios negativos.
  • Tendencia a evitar situaciones: rechazo a asistir a clases, abandono de hobbies o pasatiempos que antes les gustaban, y tendencia al aislamiento social.
  • Preocupación excesiva: sobre el futuro, la imagen corporal, las notas, las relaciones. Estas preocupaciones suelen ser difíciles de controlar.
  • Síntomas físicos: dolor de estómago, cabeza, fatiga constante, palpitaciones o tensión muscular sin causa médica.
  • Dificultades para dormir: insomnio, pesadillas, miedo a quedarse solo o dormir fuera de casa.
  • Problemas de concentración: dificultad para enfocarse, bajo rendimiento escolar repentino.

Muchos padres suelen atribuir estas señales a la «rebeldía típica» de la adolescencia. Sin embargo, lo que a veces parece desinterés o mal carácter puede ser un grito silencioso de ayuda. Por eso es tan importante no minimizar ni etiquetar los comportamientos sin observar qué puede estar pasando detrás.

Ansiedad vs. Cambios normales de la adolescencia

Una de las mayores dificultades al detectar ansiedad en esta etapa es diferenciarla de los altibajos emocionales propios del desarrollo. Es normal que los adolescentes experimenten miedo, inseguridad o cambios de humor. Pero hay tres elementos clave que pueden ayudar a distinguir si se trata de ansiedad:

  1. Duración: los síntomas ansiosos persisten por semanas o meses.
  2. Intensidad: afectan de forma significativa su bienestar o funcionamiento diario.
  3. Interferencia: limitan actividades importantes como ir a clase, dormir, relacionarse o disfrutar del ocio.

No se trata de sobreproteger, sino de estar atentos con una mirada abierta, empática y sin juicio. La ansiedad no siempre grita: muchas veces se disfraza de silencio, de aislamiento o incluso de una sonrisa que intenta aparentar normalidad.

Señales sutiles que muchas familias no reconocen

La ansiedad en los adolescentes no siempre se presenta de forma dramática o evidente. A veces se manifiesta en pequeñas actitudes o rutinas que se modifican sin explicación clara. Estas señales, si bien pueden parecer «menores», deben tomarse en cuenta, especialmente si se repiten o se agravan con el tiempo.

Algunas de estas señales son:

  • Evita situaciones sociales sin razón aparente: dice que no quiere ir a reuniones familiares o salidas con amigos y ofrece excusas poco claras.
  • Rechaza tomar decisiones o enfrentarse a cambios: siente inseguridad al tener que elegir, incluso en aspectos simples como la ropa o la comida, por miedo a equivocarse.
  • Está en alerta constante: se preocupa en exceso por la opinión de los demás, teme no estar a la altura o necesita validación de forma frecuente.
  • Reacciones desproporcionadas: llora con facilidad, se irrita con comentarios neutros, se bloquea ante mínimos desafíos.
  • Rutinas extrañas o rígidas: necesita hacer ciertas cosas de manera repetitiva para “sentirse tranquilo”, como comprobar varias veces si ha cerrado la puerta o el mensaje ha sido enviado correctamente.
  • Conductas de escape: usa el teléfono, videojuegos o duerme en exceso para evitar la realidad.

Estas conductas pueden ser malinterpretadas como vagancia, desinterés o “cosas de adolescentes”. Pero si se repiten con frecuencia, pueden ser señales de un malestar emocional que el adolescente no sabe cómo expresar ni gestionar.

¿Qué pueden hacer madres, padres o cuidadores?

La primera clave es escuchar sin juzgar. Muchos adolescentes no hablan de lo que sienten por miedo a ser incomprendidos, criticados o castigados. Es fundamental abrir espacios de diálogo donde puedan expresarse con libertad, sin presión ni sermones.

Aquí algunas recomendaciones prácticas:

  1. Valida sus emociones, aunque no las entiendas

En lugar de frases como “eso no es para tanto” o “tienes que ser más fuerte”, es más útil decir:
«Entiendo que eso te esté angustiando. Estoy aquí para ayudarte.»
Validar no significa estar de acuerdo, sino reconocer que lo que sienten es real y merece ser atendido.

  1. Observa sin invadir

Presta atención a los cambios en su conducta, hábitos y lenguaje. Pero evita fiscalizar o interrogar. La confianza se construye mostrando interés genuino, no control.

  1. Cuida el ambiente familiar

El entorno emocional en casa influye mucho en cómo un adolescente maneja su ansiedad. Evita gritos, amenazas o comparaciones. Fomenta la tranquilidad, el respeto y el apoyo mutuo.

  1. Ofrece herramientas, no solo consejos

Ayúdalo a identificar estrategias que le funcionen para calmarse: respirar profundamente, hacer actividad física, escribir un diario emocional, o simplemente hablar con alguien. A veces un pequeño hábito puede marcar una gran diferencia.

  1. Busca ayuda profesional si es necesario

No esperes a que “se le pase solo”. Si notas que el malestar persiste o empeora, consulta con un psicólogo especializado en adolescentes. La intervención temprana puede evitar que la ansiedad se convierta en un trastorno más severo.

Conclusión

La ansiedad en la adolescencia no siempre se presenta como una crisis evidente. A menudo se esconde en gestos cotidianos, en cambios pequeños pero persistentes. Por eso es tan importante que madres, padres y cuidadores estén atentos, no desde el miedo, sino desde el acompañamiento activo. Escuchar, validar, observar y actuar con empatía puede ser el primer paso para que un adolescente no tenga que enfrentar solo su ansiedad.

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